Buscadores de oro atacan a pueblos originarios de Brasil

Martina Farmbauer (dpa) – Maria Leusa Munduruku mandó un pedido de ayuda por WhatsApp. «Vinieron a mi casa, un grupo grande, van a quemar todo acá. Pongan todo en movimiento, estoy muy preocupada», apeló a organizaciones asociadas y abogados.

Buscadores de oro ilegales prendieron fuego a su vivienda y a la de otra líder indígena. Ambas se manifiestan en contra de la explotación del oro en territorios de los pueblos originarios.

Además, la aldea Fazenda Tapajós, en inmediaciones de Jacareacanga, en el estado de Pará, fue tiroteada. Aparentemente se trató de una represalia por una operación durante la cual la Policía debía sacar a los buscadores de oro del territorio indígena.

La lucha por la tierra en el norte de Brasil ya lleva siglos. «A más tardar en la década de 1980, la cuenca del Río Tapajós, rica en recursos minerales, despertó el interés de los buscadores de oro», comenta la antropóloga Luisa Molina, de la Universidad Brasília, en diálogo con dpa.

El modo de vida de los pueblos originarios y el mundo industrializado, los indígenas y los denominados garimpeiros (buscadores de oro), chocaron unos contra otros.

El Tapajós es uno de los mayores afluentes del Amazonas. Aproximadamente 14.000 mundurukus viven en sus alrededores, 8.000 de ellos en dos regiones cerca de Jacareacanga.

En el oeste de Pará, donde los pueblos con apariencia de aldea occidental no tienen ningún banco pero cuentan con una docena de tiendas que compran y venden oro, también se concentra -con unas 200 minas- la búsqueda de oro en la Amazonia brasileña.

Los garimpeiros surcan franjas dentro la selva, se introducen a metros de profundidad dentro de la tierra y contaminan el río con mercurio.

Actualmente, la destrucción adquirió una nueva dimensión, y con ella, también la amenaza. Al igual que con los mundurukus, ahora los indígenas yanomami son atacados por buscadores de oro e incluso fueron tiroteados policías.

Por esa razón, los expertos presumen que detrás de estos hechos se encuentran organizaciones criminales de Brasil, como el «Primer Comando de la Capital» (PCC), o de la vecina Venezuela, debido al incremento en el precio del oro.

Según los medios, en total hubo al menos 15 heridos, mientras que los indígenas reportan varios muertos. «Esto es -junto con la pandemia- el peor momento que nos toca vivir desde la Segunda Guerra Mundial», afirma Sônia Guajajara, coordinadora ejecutiva de la Asociación de los Pueblos Indígenas de Brasil (APIB).

Estos atacantes fuertemente armados de la actualidad poco tienen que ver con la imagen romántica de la búsqueda del oro, tal como quedó grabada en la memoria colectiva del país. Empresarios económicamente fuertes invierten en la explotación de los territorios indígenas, con el consiguiente equipamiento profesional.

Y los empresarios también se encuentran detrás de la búsqueda ilegal de oro entre los mundurukus, durante la cual involucran asimismo a indígenas para poder garantizarse el acceso a las minas.

Para ello, les dan acciones a las familias, les entregan paquetes con víveres, les regalan motocicletas. Y se aprovechan, por ejemplo, del hecho de que los indígenas quieren tener teléfonos celulares y mirar TV Globo, dividiendo así a ese orgulloso pueblo.

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«Cada vez que aumenta la extracción de oro, también aumenta la presión sobre los mundurukus. Eso se vio muy claramente durante los últimos años», indica la antropóloga Molina.

La destrucción por la explotación ilegal entre los mundurukus se incrementó durante los dos últimos años en más del 360 por ciento. Los yanomamis perdieron en el primer trimestre de 2021 unas 200 hectáreas de bosques a causa de la extracción del oro.

Imágenes aéreas tomadas por Greenpeace mostraron recientemente la devastación del mayor territorio protegido para las comunidades indígenas en Brasil, en los estados de Roraima y Amazonas y con casi diez millones de hectáreas, que está plagado de cráteres de la altura de los árboles y de campamentos de buscadores de oro.

Allí residen alrededor de 27.000 yanomamis, y se estima que también al menos 20.000 buscadores ilegales de oro se encuentran en este territorio.

Los pueblos originarios, que al igual que Maria Leusa Munduruku y su asociación de mujeres munduruku intentan resistirse, viven en peligro. El norte es el salvaje Oeste de Brasil: una tierra sin ley, donde vale la ley del más fuerte.

Los enemigos son poderosos, y además cuentan con el respaldo de Jair Bolsonaro. El presidente brasileño está a favor de la explotación económica del territorio del Amazonas y quiere que la extracción de oro -hasta ahora ilegal- en territorios indígenas sea permitida.

«Por eso, los buscadores de oro se sienten ahora envalentonados para confrontar, para atacar. Saben que el Gobierno está de su lado», afima la coordinadora ejecutiva de APIB Guajajara. Y también que probablemente no serán castigados.

De forma deliberada, las autoridades de medio ambiente y los organismos de control fueron debilitados. La crisis causada por la pandemia de coronavirus los limita aún más, a diferencia de los buscadores de oro, que no trabajan en home office.

A la pregunta de cómo puede encontrarse una salida de esta situación para los indígenas, Guajajara responde: «Francamente, no lo sé. Se debe garantizar la seguridad, ¿pero cómo?». En realidad, esta es la tarea del Estado, pero este decidió replegarse.

Los mundurukus son considerados uno de los pueblos más guerreros de la región. Sin embargo, en el marco de esta lucha contra los buscadores de oro, tanto Maria Leusa Munduruku como otros líderes indígenas abandonaron de momento la localidad Fazenda Tapajós junto con sus familias y se pusieron a resguardo en sitios que no se dieron a conocer.

«No tenemos miedo», había dicho Maria Leusa Munduruku a la agencia de investigaciones Agência Pública. «No podemos retroceder. Solamente se trata de evitar estos conflictos, porque aún tenemos mucho por delante». Entre otras metas, expulsar a los buscadores de oro.

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